Diario de viaje (operación hormiga). ¿El sueño americano?



En el día 87 de mi azaroso viaje, el aire frío, la oscuridad de la noche y el chillido de sirenas, anunciaban que prontamente habría problemas. Agazapada en medio de pastos, entre ratas, víboras y otras alimañas, un hombre campechano susurró “Pinche pendeja hija de tu chingada madre, tírate al piso o nos darán de chingadazos”. Ante mi atónita mirada un coyote apuraba el paso de otras personas llevándolos por un terraplén rocoso; donde el grupo esperaría acurrucado en la oscuridad. Allí entendí que estaba en México camino a Gringolandia. ¿Era este el comienzo de la revolución? ¿Sería posible gritarle en la cara al maléfico Tío Sam “Hasta el triunfo eternamente?” Me uní al montón. Caminamos y corrimos durante varias horas sin parar, escapando de federales, tiros y cárteles de Zetas.
A pocos metros de pisar suelo gringolandio, encandilados por las luces de las linternas detuvimos la marcha, una voz poco amigable rompió nuestro silencio “¿De dónde vienen? ¡Quietos! ¡No se muevan!”. Tras las luces enceguecedoras, gritaban en ingles un grupo de agentes. Final del sueño, habíamos sido capturados.
Mientras mis anhelados planes revolucionarios se hundían, la muchedumbre comenzó a aplaudir fundiéndose en infinitos abrazos emigrantes, policías, coyotes y zetas. Cada vez entendía menos. El mismo hombrecito que me insultó al llegar ahora me decía eufórico “¡Final del juego Comandanta!”. Allí comprendí que esa no era mi revolución, sino que me encontraba en medio de un simulacro de cruce de frontera, una excursión para curiosos y turistas por el módico precio de 26 dólares. Evidentemente la fortuna no está de mi lado…
Creo que es tiempo de volver a los cuarteles E.R.R.P. A pesar de todo: ¡Hasta el triunfo eternamente!
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