Operación hormiga.


Diario de viaje. Día 15
Fueron muchos días de pedalear por la inmensa sabana de las verdes pampas argentinas. Atravesé desiertos, montañas mares y ríos para llegar a lugares recónditos, olvidados, inexistentes en los trazados cartográficos.
El camino se hacía interminable y el frío y la llovizna no ayudaban. De repente, como una “aparición divina” un cartel anunciaba “Babasonicos 2 km”. Pedaleé con rapidez y llegue hasta un pequeño poblado donde al advertirme, el hombre mas viejo del lugar grito “visitaaaaaanteeee!”. Así comenzó el encuentro y desencuentro. Los habitantes de Babasonicos improvisaron una fiesta donde aproveche para pronunciar unas palabras llevando mi mensaje ciber revolucionario. Era algo abstracto para ellos escuchar sobre redes sociales, links, chat, y demás menesteres por que allí no conocían internet. De repente los ancianos se acercaron hasta mí y comenzó una lluvia de escupitajos que duró aproximadamente 30 minutos. Cuando creí que todo terminaba, otra vez las babas sobre mi. En ese momento pensé en tirar una molotov y huir; al fin y al cabo soldado que huye sirve para otra batalla. Pero los ancianos me tomaban de las manos y festejaban la ceremonia, entonces fue imposible escapar. Luego de una hora de recibir las frenéticas salivadas, el pueblo propuso un brindis por mí, hubo aplausos y comenzó el baile. Prontamente me contarían, que las primeras escupidas fueron para alejar los malos espíritus. Las últimas un deseo de buena suerte. Esta costumbre ancestral fue la que probablemente diera nombre al pueblo. Cuando me despedí, ofrecí unas remeras en forma de agradecimiento y volví al ruedo feliz y satisfecha de llevar mi mensaje ramonero.
HASTA EL TRIUNFO ETERNAMENTE!
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